
Por Roberto Ferrín.
Es impresionante la manera en la que ha evolucionado el sonido en estudio de Mamá soy Demente.
En su reciente trabajo discográfico todo es mas suave y refinado, la mezcla es realmente soberbia, los dementes dejaron a un lado el típico rock guitarrero y ahora apuestan a los sintetizadores y elementos psicoacústicos, un gran mérito ya que pocos (por no decir nadie) se atreven a realizar una producción tan experimental en el país.
Encontré beats electrónicos con filtros automatizados, armonías intensas y oscuras, arpegios bizarros y muchos sonidos esparcidos a través de todo el espectro de frecuencias. El manejo del rango dinámico es súper profesional, puede sentirse como cada instrumento “respira” en su propio espacio. Las voces están muy bien logradas. Me gustó el nivel de ruido agregado, muy contemporáneo. Disfruté excesivamente el “color” específico en cada canción, puedes visualizar a la banda tocando frente a ti, en una sala con piso maderado y rodeado de persianas rojas. Mamá soy Demente tiene lo que muchos artistas buscan y pocos consiguen: estilo.
La variedad estética también juega un papel importante en cada canción. Los dementes van desde el punk neo-industrial con “turbando al marrano”, pasando por ritmos afro-latinos en “la salsa de marte” y llegando a rondas infantiles-apocalípticas en “morir”.
Disfruté mucho las bases electrónicas de este álbum. La programación es impecable, hay buena síntesis detrás de todo.

Me atrevo a decir que podría convertirse en un álbum de culto a nivel nacional, cada vez que lo escucho encuentro elementos nuevos que no percibí antes, y es que hay muchas capas de sonidos que discretamente encajan a la perfección en cada compás.
El CD incluye un juego de 7 cartas, las cuales son seleccionadas por nuestro inconsciente y modifican el orden de reproducción del CD. Un excelente agregado, pero hay que utilizarlas con mucho respeto.
Cambio y fuera…
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